El remordimiento – Jorge Luis Borges

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He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.

A veces – Carlos Barral

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A veces cuando era
temprano todavía para verte
o cuando la ventana
se abría a la distancia y al sonido
de tanto hierro puesto y tanta arena
que cruje a tierra extraña en los caminos
remoto a la esperanza
me volvía a aquel sitio en que dejamos
las soledades juntas y las voces.

Te hallaba limitada
de corazón disperso y de alegría
por todos los costados y flotando
en la noche segura y abundante
que nunca se consuma.

Sin embargo a lo lejos
tan pronto me acogías con los nombres
de las cosas comunes, en sigilo
sentía que tu isla no estaba ya a mi alcance.

Entonces por entero
reincorporado al límite del cuerpo
volvía a la certeza de la espera.

A Nuestra Señora de la Paz – Manuel García Romero

Se refleja la paz en tu semblante
como un clavel en el cristal del río,
y tus lágrimas son blanco rocío
que humedece tu rostro rozagante.

Blancor de Primavera exuberante
tiene el manto de Reina que con brío
a tu cuerpo se abraza y blanquerio
el peso de tu palio deslumbrante.

¡ Todo es blancura en ti !. Blanca la calle,
blanca la tarde y blanca la andadura
de tus graves y blancos penitentes.

La ciudad de Sevilla es como un valle
de jazmines y nardos que, impacientes,
florecen en la paz de tu hermosura.

Como la mar, los besos – Vicente Aleixandre

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No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.

Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.

Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.

Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.

El alma no es el cuerpo – Mario Benedetti

Nos enseñaron desde niños
cómo se forma un cuerpo
sus órganos sus huesos
sus funciones sus sitios
pero nunca supimos
de qué estaba hecha el alma

¿será de sentimientos 
de ensueños  de esperanzas?
¿de emociones, de tirrias 
de estupores?

lo cierto es que  ignorada 
el alma arde en su fuego
tiene espasmos oscuros
punzadas de ternura
suburbios de delirio

¿será tal vez una inquilina
del corazón? ¿o viceversa?
entre ellos no hay frontera

¿o será la asesora
principal de la mente?
¿o viceversa?
entre ellas no hay disputa

¿o será capataza
de la pobre conciencia?
¿o viceversa?
entre ellas no hay acuerdo

el alma tiene hambres
y cuando está famélica
puede herir
puede armarse
de enconos o de furias

no hay que pensar que el alma
es un tul de inocencia
ajeno a los agravios
que sufren cuerpo y alma

en el alma se forman
abscesos de rencores
tumores de impaciencia
hernias de desamparo

el problema es que no hay
cirujanos de alma
ni siquiera herbolarios

el alma es un secreto, una noción
una nube que suele anunciar llanto
pero después de tantas búsquedas
de pesquisas inútiles
y de adivinaciones
nos queda apenas una certidumbre 
que el alma no es el cuerpo
pero muere con él

Escucha al viento – Jorge del Nozal

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No dejes que te opriman,
 escucha al viento.
Siente la brisa en tus carnes,
vuelve a sembrar aquel tiempo,
recuerda cuando eras libre,
cuando podías sentirlo,
cuando soñando escogías
lo mejor para tus sueños.

Traspasa el tiempo,
rompe el aire.
Escucha, halla, siente, disfruta,
vuelve a verlo.
Retuerce los olmos muertos,
Incluye el amor en tus versos,
saca el codo ,pon la pierna,
siente el aire y el viento.

¿Por qué no puedes decirlo?
¡¡¡ dilo !!! Estate despierto.
Vuelve a sentir ese odio
para romperlo de nuevo.
Siente el dolor en tu cuerpo
para que puedas vencerlo.

Observa, mira, atiende,
escucha al viento.
El sabe lo que dicen
y no sabe lo que siento.
Enseña a vivir al otro,
no busques sin encontrar
y aprende a encontrar buscando.

Vuelve a ser el que no eras
y sé el que estas esperando,
pues ha llegado el momento
de sentir amor y darlo.
Darlo sin esperarlo,
sentirlo sin conocerlo,
volviendo al centro de todo
sin tener que recordarlo.

Siéntete libre,
que no te influya el presente,
pues al pensarlo un momento
ya es pasado y no es presente.
Vive el presente pasado.
Para el pasado en presente,
el futuro no existe.

El presente ya es pasado
Y el pasado era presente.
Sonríe a la libertad,
busca el amor en la gente.

Atenaza la maldad,
mira el mundo de frente.
Da la vuelta a la mentira.
Cierra los ojos al miedo
sigue adelante.
Se idealista pero no inocente.
Escucha a los oprimidos,
escucha al viento de frente

La memoria – Juan Ramón Jiménez

¡Qué tristeza este pasar
el caudal de cada día
(¡vueltas arriba y abajo!),
por el puente de la noche
(¡vueltas abajo y arriba!),
al otro sol!
¡Quién supiera
dejar el manto, contento,
en las manos del pasado;
no mirar más lo que fue;
entrar de frente y gustoso,
todo desnudo, en la libre
alegría del presente!

Razón de lágrimas – Luis Cernuda

La noche por ser triste carece de fronteras.
Su sombra en rebelión como la espuma,
rompe los muros débiles
avergonzados de blancura;
noche que no puede ser otra cosa sino noche.

Acaso los amantes acuchillan estrellas,
acaso la aventura apague una tristeza.
Mas tú, noche, impulsada por deseos
hasta la palidez del agua,
aguardas siempre en pie quién sabe a cuáles ruiseñores.

Más allá se estremecen los abismos
poblados de serpientes entre pluma,
cabecera de enfermos
no mirando otra cosa que la noche
mientras cierran el aire entre los labios.

La noche, la noche deslumbrante,
que junto a las esquinas retuerce sus caderas,
aguardando, quién sabe,
como yo, como todos.