Sitio de amor – Jaime Sabines

Sitio de amor, lugar en que he vivido
de lejos, tú, ignorada,
amada que he callado, mirada que no he visto,
mentira que me dije y no he creído:
en esta hora en que los dos, sin ambos,
a llanto y odio y muerte nos quisimos,
estoy, no sé si estoy, ¡si yo estuviera!,
queriéndote, llorándome, perdido.

(Esta es la última vez que yo te quiero.
En serio te lo digo.)
Cosas que no conozco, que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.

En ti creció mi corazón.
En ti mi angustia se hizo.
Amada, lugar en que descanso,
silencio en que me aflijo.
( Cuando miro tus ojos
pienso en un hijo. )

Hay horas, horas, horas, en que estás tan ausente
que todo te lo digo.
Tu corazón a flor de piel, tus manos,
tu sonrisa perdida alrededor de un grito,
ese tu corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo,
y ese tu andar buscándome por donde yo no he ido:
todo eso que tu haces y no haces a veces
es como para estarse peleando contigo.

Niña de los espantos, mi corazón caído,
ya ves, amada, niña, que cosas digo.

Poema de la despedida – José Ángel Buesa

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adió
No sé si me quisiste... No sé si te quería...

O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.

No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.
Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...

Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

Vals de las ramas – Federico García Lorca

Cayó una hoja
y dos
y tres.

Por la luna nadaba un pez.
El agua duerme una hora
y el mar blanco duerme cien.

La dama
estaba muerta en la rama.
La monja
cantaba dentro de la toronja.
La niña
iba por el pino a la piña.
Y el pino
buscaba la plumilla del trino.

Pero el ruiseñor
lloraba sus heridas alrededor.
Y yo también
porque cayó una hoja
y dos
y tres.

Y una cabeza de cristal
y un violín de papel
y la nieve podría con el mundo
si la nieve durmiera un mes,
y las ramas luchaban con el mundo
una a una,
dos a dos,
y tres a tres.

¡Oh duro marfil de carnes invisibles!
¡Oh golfo sin hormigas del amanecer!
Con el muuu de las ramas,
con el ay de las damas,
con el croo de las ranas,
y el gloo amarillo de la miel.

Llegará un torso de sombra
coronado de laurel.
Será el cielo para el viento
duro como una pared
y las ramas desgajadas
se irán bailando con él.

Una a una
alrededor de la luna,
dos a dos
alrededor del sol,
y tres a tres
para que los marfiles se duerman bien.

A una lágrima – José Ángel Buesa

Gota del mar donde en naufragio lento
se hunde el navío negro de una pena;
gota que, rebosando, nubla y llena
los ojos olvidados del contento.

Grito hecho perla por el desaliento
de saber que si llega a un alma ajena,
ésta, sin escucharlo, le condena
por vergonzoso heraldo del tormento.

Piedad para esa gota, que es cual llama
de la que el corazón se desahoga
cual desahoga espinas una rama.

Piedad para la lágrima que azoga
el dolor, pues si así no se derrama,
el alma, en esa lágrima se ahoga...

Rosario – José Martí

Rosario,
En ti pensaba, en tus cabellos
Que el mundo de la sombra envidiaría,
Y puse un punto de mi vida en ellos
Y quise yo soñar que tú eras mía.
Ando yo por la tierra con los ojos,

Alzados ?¡oh mi afán!? a tanta altura
Que en ira altiva o míseros sonrojos
Encendiólos la humana criatura.
Vivir: ?Saber morir; así me aqueja

Este infausto buscar, este bien fiero,
Y todo el Ser en mi alma se refleja,
¡Y buscando sin fe, de fe me muero!

ÁLAMO BLANCO – Juan Ramón Jiménez

Arriba canta el pájaro
y abajo canta el agua.

(Arriba y abajo,
se me abre el alma).

¡Entre dos melodías,
la columna de plata!

Hoja, pájaro, estrella;
baja flor, raíz, agua.

¡Entre dos conmociones,
la columna de plata!
(¡Y tú, tronco ideal,
entre mi alma y mi alma!)

Mece a la estrella el trino,
la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba,
me tiembla el alma).

TODO ERA AZUL – Miguel Hernández

 
Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera...
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.                       

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.

Me dijo una tarde – Antonio Machado

Me dijo una tarde
de la primavera:
si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.

Que el mismo albo lino
que te vista, sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.

Ama tu alegría
y ama tu tristeza,
si buscas caminos
en flor en la tierra.

Respondí a la tarde
de la primavera:
tú has dicho el secreto
que en mi alma reza:
yo odio la alegría
yo odio a la pena,
mas antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.

Cómo se habla con Dios – León Felipe

Aquí en el cielo no hay retórica, ¿verdad?,
le pregunto a un ángel amigo mío.

Todos los ángeles son amigos míos,
pero a éste no le había visto nunca.

El ya me conocía,
sabía mi nombre y mi mote.

Pero me dijo: No, amigo,
aquí todos hablan con voz natural.
Nadie engola la voz.
Aquí no hay tenores, ni falsete,
ni retórica, ni hipérbaton.

A Quevedo y a Góngora
los hemos mandado al Olimpo.

Sencillez, claridad,
es lo que aquí se estila:
la voz es lo que Dios cuida más.

– Pero, si Dios no habla nunca.
Yo le he llamado muchas veces,
y nunca me contesta.

– Porque no le hablas con la voz que a Él le gusta.
Tú gritas mucho,
y a Dios, como a los mexicanos,
no les gusta que les hablen «golpeando».

Modérate, modérate, amigo,
y habla más bajo.

– Esto me enseña
que debo ir aprendiendo
cómo se habla con Dios.

Mario Benedetti – Espero

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.

No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.                                                      

Sé que la distancia te hiere,
sé que las noches son más frías,            
Sé que ya no estás. 

Creo saber todo de ti.

Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
Pues sé que no vendrás. 

Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,

Quizás por el resto de nuestras vidas. 
Es triste hablar así.
Cuando el día se me hace de noche,
Y la Luna oculta ese sol tan radiante. 


Me siento sólo, lo sé,
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy sólo,
y que no estoy allí. 


Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Nunca soñé con quererte,
ni con sentirme así. 


Mi aire se acaba como agua en el desierto.
Mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tu,
y no estoy allí. 


¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás,
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí.
Porque todas las noches me torturo pensando en ti. 


¿Por qué no solo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo solo así?
¿Por qué no solo…