Las manos de mi madre – Alfredo Espino

Manos las de mi madre, tan acariciadoras, tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras. ¡Solo ellas son las santas, solo ellas son las que aman, las que todo prodigan y nada me reclaman! ¡Las que por aliviarme de dudas y querellas, me sacan las espinas y se las clavan en ellas! Para el ardor ingrato de recónditas penas, no hay como la frescura de esas dos azucenas. ¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias son dos milagros blancos apaciguando angustias! Y cuando del destino me acosan las maldades, son dos alas de paz sobre mis tempestades. Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas, porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas. Para el dolor, caricias; para el pesar, unción; ¡Son las únicas manos que tienen corazón! (Rosal de rosas blancas de tersuras eternas: aprended de blancuras en las manos maternas). Yo que llevo en el alma las dudas escondidas, cuando tengo las alas de la ilusión caídas, ¡Las manos maternales aquí en mi pecho son como dos alas quietas sobre mi corazón! ¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas! ¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!
El viento – José María Eguren

¿Por qué llora tanto el viento, será por desventuras de la vida; este frívolo genio, por qué llora tanto su partida? Las nuevas comarcas busca ignotas, el mustio viento desolado; pasó por entre rosas y está de ellas perfumado. Cuando la rosada tarde llega, la montaña distante transpone el viento, y vuela al valle alegre y alucinante. Y en la aldea coloreada, vaga por la ignota avenida; besa a las niñas encantadas por qué llora tanto su partida?
En paz – Amado Nervo

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas. …Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas… Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Cuando llegues a amar… – Rubén Darío

Cuando llegues a amar, si no has amado, sabrás que en este mundo es el dolor más grande y más profundo ser a un tiempo feliz y desgraciado. Corolario: el amor es un abismo de luz y sombra, poesía y prosa, y en donde se hace la más cara cosa que es reír y llorar a un tiempo mismo. Lo peor, lo más terrible, es que vivir sin él es imposible.
Si me quieres, quiéreme entera… – Dulce María Loynaz

Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… si me quieres, quiéreme negra y blanca. Y gris, y verde, y rubia, quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta! Si me quieres, no me recortes: ¡quiéreme toda… o no me quieras!
Madre, llévame a la cama – Miguel de Unamuno

Madre, llévame a la cama. Madre, llévame a la cama, que no me tengo de pie. Ven, hijo, Dios te bendiga y no te dejes caer. No te vayas de mi lado, cántame el cantar aquél. Me lo cantaba mi madre; de mocita lo olvidé, cuando te apreté a mis pechos contigo lo recordé. ¿Qué dice el cantar, mi madre, qué dice el cantar aquél? No dice, hijo mío, reza, reza palabras de miel; reza palabras de ensueño que nada dicen sin él. ¿Estás aquí, madre mía? porque no te logro ver.... Estoy aquí, con tu sueño; duerme, hijo mío, con fe.
Me basta así – Ángel González.

Si yo fuese Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti; lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin hacernos daño —de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención cuando te beso—; entonces, si yo fuese Dios, podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste por la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra, Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza, sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando —luego— callas... (Escucho tu silencio. Oigo
Si me ves triste – Mario Benedetti

Si algún día me ves triste no me digas nada, solo quiéreme.
Si me encuentras en la soledad de la oscura noche, no me preguntes nada.
Solo acompáñame....
Si me miras y no te miro no pienses nada, compréndeme.
Si lo que necesitas es amor no tengas miedo, ámame.
Pero si alguna vez dejaras de quererme no me digas nada.
Recuérdame.
Viaje – Alfonsina Storni

Hoy me mira la luna
blanca y desmesurada.
Es la misma de anoche,
la misma de mañana.
Pero es otra, que nunca
fue tan grande y tan pálida.
Tiemblo como las luces
tiemblan sobre las aguas.
Tiemblo como en los ojos
suelen temblar las lágrimas.
Tiemblo como en las carnes
sabe temblar el alma.
¡Oh! la luna ha movido
sus dos labios de plata.
¡Oh! la luna me ha dicho
las tres viejas palabras:
«Muerte, amor y misterio...»
¡Oh, mis carnes se acaban!
Sobre las carnes muertas
alma mía se enarca.
Alma gato nocturno
sobre la luna salta.
Va por los cielos largos
triste y acurrucada.
Va por los cielos largos
sobre la luna blanca.
Autorretrato – Joaquín y Serafín Álvarez Quintero.

Fuimos, entre espigas y olivares:
el uno esperó al otro en la lactancia,
y en el primer pinito de la infancia
ya escribimos comedias y cantares
Después, libros, y novias y billares
(¡memorias que ilumina la distancia!)
luego... una juventud cuya fragancia
envenenan agobios y pesares.
Fuimos, cuánto hay que ser: covachuelistas,
estudiantes, "diablillos", editores,
críticos, "pintamonos", retratistas...
Y hoy, como ayer, sencillos escritores
que siguen, a la luz de sus conquistas,
sembrando sueños por que nazcan flores.
Luis Cernuda – Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,
Jugueteando como animalillo en la arena
O iracundo como órgano tempestuoso;
Te lo he dicho con el sol,
Que dora desnudos cuerpos juveniles
Y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes,
Frentes melancólicas que sostienen el cielo,
Tristezas fugitivas;
Te lo he dicho con las plantas,
Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el agua,
Vida luminosa que vela un fondo de sombra;
Te lo he dicho con el miedo,
Te lo he dicho con la alegría,
Con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
Más allá de la vida,
Quiero decírtelo con la muerte;
Más allá del amor,
Quiero decírtelo con el olvido.
Coraza y pecho abierto – Pedro Salinas

Coraza hecha con el acero de lo eterno para el dardo que lanza el arco, desde abajo, cada día certero, para el dardo sutil del cuidado pequeño. Y los días pasados sin bajeza ni altura, montón de muertas flechas rebotadas al pie nuestro. Y a lo otro pecho abierto: para la herida grande del gran dolor eterno, para el puñal del bien y el mal que nosotros nos hemos de clavar en el pecho por voluntad y por mandato interno, mientras resbala en la coraza cada día el dardo leve de los destinos ciegos.
El hijo – Pablo Neruda

Ay hijo, sabes, sabes
de dónde vienes?
De un lago con gaviotas
blancas y hambrientas.
Junto al agua de invierno
ella y yo levantamos
una fogata roja
gastándonos los labios
de besarnos el alma,
echando al fuego todo,
quemándonos la vida.
Así llegaste al mundo.
Pero ella para verme
y para verte un día
atravesó los mares
y yo para abrazar
su pequeña cintura
toda la tierra anduve,
con guerras y montañas,
con arenas y espinas.
Así llegaste al mundo.
De tantos sitios vienes,
del agua y de la tierra,
del fuego y de la nieve,
de tan lejos caminas
hacia nosotros dos,
desde el amor terrible
que nos ha encadenado,
que queremos saber
cómo eres, qué nos dices,
porque tú sabes más
del mundo que te dimos.
Como una gran tormenta
sacudimos nosotros
el árbol de la vida
hasta las más ocultas
fibras de las raíces
y apareces ahora
cantando en el follaje,
en la más alta rama
que contigo alcanzamos.
Balsa de flores – Alfredo Espino

Aquel caserío tenía un modo de ser, especial: el aire más fresco, más limpio, y todo, ¡todo era un paisaje pintado en cristal! Por lo suave y dulce, por lo plañidera, la voz de las aves casi era un suspiro… Y era azul la sierra, la sierra lejana, cual si uno la viera Detrás de un zafiro… Para la tristeza de aquellos senderos tenían las flores perfumadas frases; y en los tamarindos, con los clarineros, gemían zenzontles, lloraban torcaces… Los ranchos de tejas por el sol doradas, agrestes surgían entre el rumoroso verdor de las cañas, y los limoneros dábanle sus sombras aterciopeladas al balcón abierto frente a las montañas. Y tú eras la esquiva, morena poblana; y yo era el viajero lleno de ilusión; y cuando asomabas ¡qué linda se hacía la alegre mañana como si brotaran rosas del balcón!… Y balsa de flores fueron tus amores, morena, poblana, miel de los cañales… Y mi amor fue el agua que lloró raudales para que flotara la balsa de flores…
Arpa rota en la lluvia – Miguel Arteche

Cuando la lluvia tenue detiene los recuerdos sobre el mar solitario; cuando el tren ha pasado dejando en los durmientes sus metálicas furias; cuando tiembla el almendro tocado por los muertos; cuando la breve música te borra las distancias y silencioso escuchas que tu cuerpo ha partido, que sólo estás en otro cuerpo que te recuerda, vibra tu mano rota mordida por la lluvia. Murmullos de la muerte, que ascienden lentamente por tu cuerpo deshecho, hace brotar la lluvia, cuando alguien pisotea tu cabello extendido y tu ramaje yerto poblado por el viento.
Date a volar – Alfonsina Storni

Anda, date a volar, hazte una abeja, En el jardín florecen amapolas, Y el néctar fino colma las corolas; Mañana el alma tuya estará vieja. Anda, suelta a volar, hazte paloma, Recorre el bosque y picotea granos, Come migajas en distintas manos La pulpa muerde de fragante poma. Anda, date a volar, sé golondrina, Busca la playa de los soles de oro, Gusta la primavera y su tesoro, La primavera es única y divina. Mueres de sed: no he de oprimirte tanto… Anda, camina por el mundo, sabe; Dispuesta sobre el mar está tu nave: Date a bogar hacia el mejor encanto. Corre, camina más, es poco aquéllo… Aún quedan cosas que tu mano anhela, Corre, camina, gira, sube y vuela: Gústalo todo porque todo es bello. Echa a volar… mi amor no te detiene, ¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo! Llore mi vida… el corazón se apene… Date a volar, Amor, yo te comprendo. Callada el alma… el corazón partido, Suelto tus alas… ve… pero te espero. ¿Cómo traerás el corazón, viajero? Tendré piedad de un corazón vencido. Para que tanta sed bebiendo cures Hay numerosas sendas para ti… Pero se hace la noche; no te apures… Todas traen a mí…
Oración al Cristo del Calvario – Gabriela Mistral
En esta tarde, Cristo del Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero, al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando veo los tuyos destrozados? ¿Cómo mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas? ¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la cruz alzado y solo estás? ¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón? Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mí todas mis dolencias. El ímpetu del ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña. Y sólo pido no pedirte nada, estar aquí, junto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de tu santa puerta. Amén.
Adiós a mi escuela – Salvador Díaz Pérez
Escuela hermosa y divina Hoy vengo a decirte adiós Mi curso ya se termina Y eso me quiebra la voz Me voy en el alma rota Quizá para no voler Mi sangre cae gota a gota Y no lo puedo entender Pero aún así me fascinas Escuela mi dulce hogar Fuiste la rosa y la espina Fuiste sonrisa y azahar Fuiste un río de paciencia Fuiste un mar de emoción Vino que embriaga de ciencia Madre que da el corazón Fuiste del ave su nido Fuiste del viento retén Oro del cielo caído Fuiste la gloria y el bien Fuiste mi vida y mi mundo Fuiste como un palomar Sólo que a veces me hundo Ahora que debo marchar Fuiste la tierra que mana Frutos de dicha y placer Fuiste futura y mañana Fuente que da de beber Por eso verás que lloro Hoy que me debo de ir Llevo en el alma un tesoro Pero me siento morir Mi profe fue un gran amigo Mi profe fue un gran señor Por eso yo te bendigo Escuela mi dulce amor Llorando pues me despido Escuela mi dulce hogar Me voy hacia otro nido Me voy, hacia otro mar.
Bajo la tarde – Arturo Borja Pérez
Oh! tarde dolorosa que con tu cielo de oro finges las alegrías de un declinar de estío. ¡Tarde! Las hojas secas en su doliente coro van llenando mi alma de un angustioso frío. La risa de la fuente me parece ser lloro; el aire perfumado tiene aliento de lirios; añoranzas me llegan de unos viejos martirios y a mi mente se asoman unos ojos que adoro... Negros ojos que surgen como lagos de muerte bajo la sombra trágica de un cabello obsidiano, ¿Por qué esa obstinación en dejar mi alma inerte, turbando mis delirios con su mirar lejano? Sigue fluyendo pena de la fuente sonora... Ha llegado la noche... Pobre alma mía, ¡llora!
Poema lejano – José Ángel Buesa
A veces me pregunto dónde estarás ahora, después de tantas noches sin tu mano en la mía, - noches de abrir un libro para esperar la aurora, noches de largo viento por la calle vacía. A veces me pregunto si hay alguien que te espera, alguien que no conoces, que pasa y te saluda y, como siempre vistes de negro en primavera, no sé si tus vecinas pensarán que eres viuda. A veces me imagino como serán las cosas que te son familiares: tu jardín, tu ventana, el búcaro en la mesa para poner las rosas y un desayuno sin mí cada mañana. O me quedo pensando qué sentirás tan lejos, en las tardes heladas, al quitarte el abrigo; y cuando vas de compras sin mirar los espejos para que no te digan que ya no voy contigo. Y también me pregunto si alguna madrugada prefieres no dormirte para soñar despierta, o cómo se entristece de lluvia tu mirada cuando pasa el cartero sin tocar en tu puerta. Pero no me pregunto si olvidarás mi nombre, ni lo que tú me diste, ni lo que yo te di, pues si te ven un día del brazo de otro hombre tendrá que ser un hombre que se parece a mí…
Yo canto lo que tú amabas… – Gabriela Mistral
Yo canto lo que tú amabas, vida mía, por si te acercas y escuchas, vida mía, por si te acuerdas del mundo que viviste, al atardecer yo canto, sombra mía. Yo no quiero enmudecer, vida mía. ¿Cómo sin mi grito fiel me hallarías? ¿Cuál señal, cuál me declara, vida mía? Soy la misma que fue tuya, vida mía. Ni lenta ni trascordada ni perdida. Acude al anochecer, vida mía; ven recordando un canto, vida mía, si la canción reconoces de aprendida y si mi nombre recuerdas todavía. Te espero sin plazo ni tiempo. No temas noche, neblina ni aguacero. Acude con sendero o sin sendero. Llámame a donde tú eres, alma mía, y marcha recto hacia mí, compañero.
Mi regalo para mamá

Le regalo a mi mamá una sonrisa de plata que es la que alumbra mi cara cuando de noche me tapa. Le regalo a mi mamá una caperuza roja por contarme tantas veces el cuento que se me antoja. Le regalo a mi mamá una colonia fresquita por no soltarme la mano cuando me duele la tripa. Le regalo a mi mamá una armadura amarilla que la proteja del monstruo que espanta en mis pesadillas. Le regalo a mi mamá el lenguaje de los duendes por entender lo que digo cuando nadie más lo entiende. Le regalo a mi mamá una chistera de mago en la que quepan mis besos envueltos para regalo.
«Mereces un amor que te quiera despeinada»

Mereces un amor que te quiera despeinada, incluso con las razones que te levantan de prisa y con todo y los demonios que no te dejan dormir. Mereces un amor que te haga sentir segura, que pueda comerse al mundo si camina de tu mano, que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel. Mereces un amor que quiera bailar contigo, que visite el paraíso cada vez que ve tus ojos y que no se aburra nunca de leer tus expresiones. Mereces un amor que te escuche cuando cantas, que te apoye en tus ridículos, que respete que eres libre, que te acompañe en tu vuelo, que no le asuste caer. Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga la ilusión, el café y la poesía. poema atribuido a Frida Kahlo
Antes de amarte – Pablo Neruda
Antes de amarte, amor, nada era mío: vacilé por las calles y las cosas: nada contaba ni tenía nombre: el mundo era del aire que esperaba. Yo conocí salones cenicientos, túneles habitados por la luna, hangares crueles que se despedían, preguntas que insistían en la arena. Todo estaba vacío, muerto y mudo, caído, abandonado y decaído, todo era inalienablemente ajeno, todo era de los otros y de nadie, hasta que tu belleza y tu pobreza llenaron el otoño de regalos.
Esta vieja canción – José Ángel Buesa
Esta vieja canción que oí contigo, y que contigo di por olvidada, surge del fondo de la madrugada como la voz doliente de un amigo. (Yo sé que la mujer que va contigo no puede adivinar en mi mirada que esa canción que no le dice nada, le está diciendo lo que yo no digo). Y, al escuchar de pronto esa tonada, comprendo la amargura de un mendigo ante una puerta que le fue cerrada. Pero intento reír, y lo consigo... como si no me recordara nada esta vieja canción que oí contigo.